Es una tradición consagrada de la cultura Azteca de origen prehispánico que expone a la muerte como parte de la vida y que se celebra cada 2 de noviembre.
Se tiene certeza que desde la época precolombina estas civilizaciones ya celebraban rituales que simbolizaban a la muerte utilizando cráneos de sus antepasados.
La creencia popular consiste en que, durante este día, las almas de los fallecidos regresan a la vida, donde les esperan sus familiares con un ritual de veneración. Les homenajean con su comida y bebida favoritas e incluso con juguetes, en el caso de que sean niños.
Esta tradición fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de México por la UNESCO en el año 2008.
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