Entre 1926 y 1929, tuvo lugar una rebelión abierta contra las nuevas leyes de persecución del gobierno, que fueron formuladas y estrictamente aplicadas bajo el Presidente mexicano Plutarco Elías Calles. La resistencia a las leyes inició pacíficamente, en forma de boicots económicos y demostraciones. Pero en agosto de 1926, levantamientos esporádicos desencadenaron el inicio de la Guerra Cristera, o Cristiada.
Los rebeldes tomaron su nombre de su grito de batalla: “¡Viva Cristo Rey!”. Para el gobierno mexicano, estas palabras — a menudo proclamadas como las últimas palabras por muchos Cristeros antes de morir — era más que una declaración de fe; era un acto de traición.
Durante este tiempo, el gobierno incautó escuelas católicas y seminarios, expropió los bienes de la Iglesia y declaró ilegal la educación religiosa. Cerró los hospitales católicos, los orfelinatos y los asilos. También prohibió las órdenes monásticas, expulsó al clero nacido en el extranjero y prohibió el culto público. Se prohibió a sacerdotes y monjas usar hábitos, votar y criticar al gobierno o comentar acerca de asuntos públicos tanto de manera escrita como oral.
La foto es ilustrativa y es referente a un grupo anónimo de soldados cristeros.
Durante este tiempo, el gobierno incautó escuelas católicas y seminarios, expropió los bienes de la Iglesia y declaró ilegal la educación religiosa. Cerró los hospitales católicos, los orfelinatos y los asilos. También prohibió las órdenes monásticas, expulsó al clero nacido en el extranjero y prohibió el culto público. Se prohibió a sacerdotes y monjas usar hábitos, votar y criticar al gobierno o comentar acerca de asuntos públicos tanto de manera escrita como oral.
La foto es ilustrativa y es referente a un grupo anónimo de soldados cristeros.
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