sábado, 8 de septiembre de 2018

8 de Septiembre; Nacimiento de la Virgen María


Cada 8 de Setiembre, la iglesia católica celebra mundialmente el día del nacimiento de la Virgen María, esto es exactamente 9 meses después de la festividad de la Inmaculada Concepción del día 8 de Diciembre.
Su origen se remonta hasta el siglo V en Jerusalén, más precisamente en la basílica de Santa Ana, en donde se celebraba la fiesta del nacimiento de la Bienaventurada Virgen María, misma que fue incluida en el Calendario Tridentino y ha permanecido como tal hasta nuestros días.

Las primeras menciones de esta celebración, nos llegan por medio del evangelio apócrifo «Protoevangelio de Santiago» y además, gracias a múltiples testimonios que datan de los años 400 al 600 (que han sido posteriormente confirmados por hallazgos arqueológicos). Según estos, debió existir una catedral en honor de María Santísima, junto a la piscina probática. Más tarde y posteriormente al año 603, el patriarca Sofronio de Jerusalén «el de la lengua de miel», afirma que ése es el lugar exacto en donde nació la Virgen María.

Sabemos que la bienaventurada y gloriosa María siempre virgen, salida del tronco real de la familia de David, nació en la ciudad de Nazareth, y fue educada en Jerusalén. Su padres fueron Joaquín y Ana. Joaquín; un hombre rico en extremo que gustaba de dar ofrendas dobles diciendo “El excedente de mi ofrenda será para todo el pueblo, y lo que ofrezca en expiación de mis faltas será para el Señor…”. Ana, esposa de Joaquín, era una mujer estéril que no había podido darle descendencia, convirtiéndose esta justamente, en la razón de sus pesares, pues Joaquín se convertía en el primero que no había podido “engendrar en Israel, vástago de posteridad”.

Apesadumbrado, Joaquín se retiró al desierto, plantó su tienda y allí ayunó durante 40 días diciendo:

“No comeré, ni beberé, hasta que el Señor, mi Dios, me visite, y la oración será mi comida y mi bebida”.

Esto entristeció aún más a Ana quien se ahora se lamentaba:


“Lloraré mi viudez, y lloraré también mi esterilidad”.

Y Ana, sumamente afligida, se despojó de sus vestidos de duelo, y se lavó la cabeza, y se puso su traje nupcial, y, hacia la hora de nona, bajó al jardín, para pasearse. Y vio un laurel, y se colocó bajo su sombra, y rogó al Señor, diciendo:

“Dios de mis padres, bendíceme, y acoge mi plegaria, como bendijiste las entrañas de Sara, y le diste a su hijo Isaac”.

Entonces, el Ángel del Señor le habló:

 “Ana, Ana, el Señor ha escuchado y atendido tu súplica. Concebirás, y parirás, y se hablará de tu progenitura en toda la tierra“.

Y Ana respondió:

Tan cierto como el Señor, mi Dios, vive, si yo doy a luz un hijo, sea varón, sea hembra, lo llevaré como ofrenda al Señor, mi Dios, y permanecerá a su servicio todos los días de su vida“.

Y los meses de Ana se cumplieron, y, al noveno, dio a luz. Y preguntó a la partera:

¿Qué he parido?

La partera contestó:

“Una niña”.

Y Ana repuso:

“Mi alma se ha glorificado en este día!”

Y acostó a la niña en su cama. Y, transcurridos los días legales, Ana se lavó, dio el pecho a la niña, y la llamó María….

No hay comentarios.:

Publicar un comentario