jueves, 5 de julio de 2018

Santa, la mujer desnuda del Monumento a Manuel Acuña


En uno de sus innumerables artículos periodísticos Armando Fuentes Aguirre "Catón", cronista de nuestra ciudad de Saltillo, comentó respecto de la estatua del poeta saltillense Manuel Acuña, que la figura de la mujer desnuda que yace a los pies de la victoria alada, la talló el genial escultor Jesús Fructuoso Contreras, siguiendo las perfectas proporciones del cuerpo de una prostituta muerta en plena juventud y llevada a la morgue, donde la dibujó el artista. 

También mencionó que esa mujer era Santa, la de la novela de Federico Gamboa.

Lo que cobra mayor relevancia si consideramos que el libro Santa fue escrito en 1898 y publicado en 1903 por el referido escritor mexicano Federico Gamboa, esta obra se la dedico a Jesús F. Contreras quienes tenían una estrecha amistad.

La historia de Santa, una muchacha que tras ser engañada y abandonada por un alférez es expulsada de su casa y acaba ejerciendo la prostitución, se erige en un símbolo de los tiempos y en un emblema sangrante que denuncia un sistema social injusto.

Desde su publicación, Santa se convirtió en una de las novelas de mayor éxito en su país, con cinco adaptaciones cinematográficas, una canción de gran popularidad compuesta por Agustín Lara y multitud de versiones teatrales que todavía hoy se producen en México.

En ese sentido, el autor de la obra nos sitúa ya sobre la pista en esa especie de “dedicatoria ficta” de ultratumba que la joven fallecida dirige al escultor Contreras como prefacio del relato y en el que se da a entender que entre Santa y el escultor existió algo mas que una amistad, pues relata:

   "No vayas a creerme Santa, porque así me llamé. Tampoco me creas una perdida emparentada con las Lescaut o las Gautier, por mi manera de vivir.

     Barro fui y barro soy; mi carne triunfadora se halla en el cementerio.

    Desahuciada de las “gentes de buena conciencia”, me cuelo en tu taller con la esperanza de que, compadecido de mí, me palpes y registres hasta tropezar con una cosa que llevé adentro, muy adentro, y que calculo sería el corazón, por lo que me palpitó y dolió con las injusticias de que me hicieron víctima...

    No lo digas a nadie -se burlarían y se horrorizarían de mí—, pero ¡imagínate!, en la Inspección de Sanidad, fui un número; en el prostíbulo, un trasto de alquiler; en la calle, un animal rabioso, al que cualquiera perseguía; y en todas partes, una desgraciada.

     Cuando reí, me riñeron; cuando lloré, no creyeron en mis lágrimas; y cuando amé, ¡las dos únicas veces que amé!, me aterrorizaron en la una y me vilipendiaron en la otra. Cuando cansada de padecer me rebelé, me encarcelaron; cuando enfermé, no se dolieron de mí, y ni en la muerte hallé descanso; unos señores médicos despedazaron mi cuerpo, sin aliviarlo, mi pobre cuerpo magullado y marchito por la concupiscencia bestial de toda una metrópoli viciosa...

   Acógeme tú y resucítame, ¿qué te cuesta?... ¿No has acogido tanto barro, y en él infundido, no has alcanzado que lo aplaudan y lo admiren?... cuentan que los artistas son compasivos y buenos... ¡Mi cuerpo está tan necesitado de una limosna de cariño!

     ¿Me quedo en tu taller?... ¿Me guardas?...

    En pago —morí muy desvalida y nada legué—, te confesaré mi historia. Y ya verás cómo, aunque te convenzas de que fui culpable, de sólo oírla llorarás conmigo. Ya verás cómo me perdonas, ¡oh, estoy segura, lo mismo que lo estoy de que me ha perdonado Dios!

Vale comentar, que .en el año de 1897, el Gobierno del Estado de Coahuila encomendó al escultor Jesús Fructuoso Contreras, la realización de un monumento dedicado al poeta Manuel Acuña, quien habría fallecido por causas conocidas veinticuatro años antes.

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